Todos los días amanecemos anestesiados, con el efecto de rana que arde lentamente en el caldero. Prendemos la tele y la noticia de un nuevo hecho de de inseguridad nos golpea en el pecho. Motoqueros que atacaron a un transeúnte, golpe comando en un comercio, ataque piraña que termina en entradera, jubilado molido a palos, un laburante baleado en la parada de un colectivo, un repartidor apuñalado y hasta el caso reciente de un menor secuestrado en un barrio porteño y liberado horas después en una ruta de la provincia de Buenos Aires. Y sentimos miedo, por los que amamos, por nosotros.
Se multiplican los asentamientos y el frío atraviesa cientos de almas todas las noches. La droga avanza como una mancha voraz arrasando todo a su paso.
La pobreza infantil supera el 63% y se calcula que 1.1 millones de chicos se "desvincularon" de la escuela en junio del 2020. Desvincular es la palabra que usan desde el Ministerio porque es el eufemismo a mano antes que hablar de deserción escolar. Según cifras oficiales correspondientes al mes de marzo, 376.532 alumnos se habían reincorporado, es decir un tercio del total.
Imposible no hablar de tragedia social, niños que viven en casillas precarias sin energía eléctrica, agua potable y mucho menos internet para conectarse a una clase virtual.
Y un día nos sacude una foto de una fiesta clandestina en la Quinta de Olivos y desde un acto la dirigencia nos grita, nos levanta el dedo, insulta nuestra inteligencia y busca impunidad.
Mientras tanto millones de argentinos no tienen garantizado los derechos mínimos. Se multiplican los planes sociales, se escapan las empresas, los jóvenes encuentran en Ezeiza el futuro que el país les niega.
La Justicia en tanto revuelve la olla, expectante, desde su cómodo sillón, su oficina con calefacción, su salario generoso, su jubilación intacta. Sólo un puñado de fiscales y jueces avanza, investiga, nos defiende de los atropellos.
Porque la Argentina se ha convertido en un país de castas. Los privilegiados de siempre y el resto, los mortales, que laburamos, pagamos los impuestos asfixiantes, tramitamos los permisos de circulación, nos quedamos en casa durante la cuarentena, vivimos con un salario que se extingue antes que el mes finalice, nos angustiamos cuando le damos unos pesos o le compramos comida a un pibe descalzo que duerme en el subte. Vivimos en un estado de permanente indignación. Se vacunaron antes y por izquierda. Honramos a nuestros muertos y se llevaron las piedras.
No me resigno a que esto también pase, a que nos olvidemos, que cedamos ante los cantos de sirenas y operaciones políticas de campaña, que nos durmamos en el agua hasta morir.
Es imperativo y vital que estemos despiertos y tengamos Memoria para pedir Verdad y Justicia.
Despertemos de una vez. Con marchas pacíficas no vamos a ningún lado.
ResponderBorrarMuy buena reseña de lo que
ResponderBorrarestamos viviendo
Hasta cuando???
Si despertamos y salimos a la calle pasificamente TODOS !! un pais se cambia de abajo asia arriba!! no hay OTRA
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