De 25.000 a 4 millones de dólares. Ese es el precio en el que oscila la mayoría de las embarcaciones amarradas en el Puerto de Punta del Este, en donde flamea una enorme cantidad de banderas argentinas que llegaron al principal balneario por "el efecto Macri".
Desde que fue elegido el presidente argentino el 22 de noviembre, aumentaron las consultas desde el país vecino por las amarras. "Teníamos cinco diarias. Pasamos a tener 20", cuenta a El País Carlos Ferreira, jefe del Puerto de Punta del Este.
Muchos de estos argentinos que especulaban en arribar con sus barcos al principal balneario uruguayo, luego confirmaron su presencia en el puerto. Pero, en la mayoría de los casos, no quisieron reservar. Arribaron a la terminal portuaria preguntando: "¿Hay lugar?". De esta forma, fueron completando los sitios que, al día de hoy, han permitido una ocupación del 95% en amarras y un 100% en guardería.
Según Ferreira, en los últimos días "un aluvión" de embarcaciones argentinas arribó (sin aviso). En las últimas cinco jornadas, llegaron 30 barcos por día. Eso dificultó la tarea de los funcionarios portuarios: "Esto no es como un hotel, que asignás una habitación y listo. Cada barco tiene diferente calado, diferentes tamaños y todos los lugares del puerto para ubicarlos son diferentes", comenta.
Cuanto más grande el barco, su dueño debe pagar más dinero para amarrarlo. A un costo de 260 pesos por metro, "hospedar" a una embarcación de 14 metros de eslora (es el tamaño promedio de las embarcaciones del puerto) cuesta 3.600 pesos por día, unos 1.800 dólares durante 15 días, más los gastos de luz y agua.
Las dueños de las mansiones flotantes más onerosas son clientes fieles que eligen Punta del Este, en general, desde hace más de 30 años. Muchos de ellos han cambiado las embarcaciones, pero otros las han mantenido.
Las dueños de las mansiones flotantes más onerosas son clientes fieles que eligen Punta del Este, en general, desde hace más de 30 años. Muchos de ellos han cambiado las embarcaciones, pero otros las han mantenido.
Es el caso de un empresario uruguayo, quien tiene un barco, según su capitán, de los más antiguos del puerto. Fue fabricado por el astillero Bottini con una madera traída de Paraguay en el año 1965. Desde entonces, el "crucerito" (como lo llama el responsable de mantenimiento) ha sido utilizado por varias generaciones.
Al subir a la cubierta del yate se siente un fuerte olor a pintura. "Es el barniz", indica el capitán. Lo barnizan todos los años para evitar que el sol afecte la madera.
Se trata de una embarcación de 17 metros de eslora. La popa cuenta con un amplio espacio. Con tres camarotes, dos baños y una capacidad para 20 personas, el barco permanecerá amarrado hasta febrero.
Los dueños de los yates son argentinos y brasileños que por lo general también tienen su casa de veraneo. Y como ya saben que van a venir, aseguran su lugar antes que nadie, por si acaso. El dueño de una embarcación, que acude a Punta del Este desde hace 10 años, reserva su lugar en marzo, cuando se abre la primera etapa de inscripción.
Fuente: El País
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